Plaza La Minorista en Medellín: cultura y resistencia

La Minorista mezcla de culturas e historias de vida

Daban las 7 de la mañana del 30 de enero, el día estaba fresco y el cielo despejado, y aunque la ciudad apenas despertaba en su afán de comienzo de semana, el día en la Plaza Minorista había iniciado horas atrás. 

No iba tarde para mi cita, pero se sentía como cuando uno entra a una película que va por la mitad. Los locales abiertos hace horas, las peluquerías ya con clientes y los pisos con rezagos del movimiento de las primeras horas de la mañana que vaticinaban el resto del día.

La Plaza Minorista “José María Villa” carga en sus cimientos una historia de resistencia, de generaciones que han luchado a través de su trabajo por el derecho a eso mismo: a trabajar.

 Esta plaza de mercado fue inaugurada en 1984, como un triunfo de los comerciantes informales frente a las intenciones de la administración de la ciudad de hacerlos desaparecer del espacio público. Antes se conocía  con los nombres de Guayaquil, El Pedrero, o Cisneros.

En una entrevista para el Fondo Editorial María Cano, uno de los comerciantes que está en la plaza desde sus inicios, explicaba que “la construcción de esta plaza no fue un regalo de ninguna administración.”

“ (…) Esta fue la conquista de los comerciantes que estábamos en las vías públicas y que durante muchos años ejercimos la actividad del comercio informal”, relató.

Y es verdad, pues los mismos comerciantes, viendo que no tenían un espacio seguro y adecuado para trabajar, ya que el gobierno local descuidó los espacios que ellos habitaban en su oficio, se organizaron y crearon en los 60 un sindicato de comerciantes.

Esa agremiación logró, con el tiempo, la aprobación del proyecto para la construcción de lo que hoy conocemos como La Minorista.

Incluso, después de la construcción, los comerciantes siguieron trabajando por tener mejores condiciones y es así como crearon Coomerca (Cooperativa de comerciantes de la plaza minorista) y lograron administrar la plaza ellos mismos desde 1998.

La plaza en la actualidad es un reflejo de esa lucha de las familias que han crecido gracias a ella.

Los pasillos son limpios, los puestos organizados. A donde quiera que uno mire se evidencia el esfuerzo de generaciones enteras que han hecho parte de la construcción de un lugar donde se recoge la diversidad representada en frutas, verduras, dulces, ropa…

Porque si hay un lugar donde hay de todo es allí. Desde productos que son de consumo diario en la región, como los granos, la papa, el tomate y la cebolla o hasta productos que vienen de otras partes, como ají de diferentes tipos.

Por ejemplo, el chontaduro por el que recorrí casi toda la plaza, y que por fin logré encontrar en un puesto medio escondido.

Y ni hablemos de los restaurantes, porque, así como se encuentra comida típica paisa de la región como lo es un “calentao” al desayuno, también nos deleitamos con la cocina del pacífico y los fritos.

pla

Es un lugar donde se encuentra todos los productos de consumo diario.

Foto: Daniela Valderrama Franco

pla

La plaza se inauguró en 1984, como un triunfo de los comerciantes informales.

Foto: Daniela Valderrama Franco

 

menú-restaurante-elcielo

Los pasillos en la Plaza Minorista son limpios y los puestos muy organizados.

Foto: Daniela Valderrama Franco

 

menú-restaurante-elcielo

Hay una mezcla de culturas, de vidas e historias que hace que este lugar sea increíblemente rico.

Foto: Tomada del Portal Plaza La Minorista

 

Mezcla de culturas, de vidas e historias

Hay una mezcla de culturas, de vidas, de historias, que hace que este lugar sea increíblemente rico.

Caminar por sus pasillos es existir en un ecosistema que funciona con rigurosidad.

No camines por las rampas porque esas son para las carretas, sube las escalas que están al lado. No camines muy despacio porque hay gente que tiene afán. Pregunta por lo que no veas, porque seguramente en algún lugar lo encuentras.

Vas caminando y por un lado te pasa un señor con una carreta buscando clientes que necesiten ayuda con su mercado, por otro lado una señora que seguramente está buscando las verduras para la semana, o tal vez los ingredientes para un remedio.

Y esa rigurosidad no es más que un reflejo de la dedicación de quienes habitan y construyen la minorista todos los días, ese amor y cuidado con los que organizan las verduras para que se vean hermosas y limpian las neveras para que el pescado no se dañe.

Claro que no todo puede ser bonito y funcionar a la perfección, y es así como, un poco lejos de la cara amable de la plaza, uno encuentra un pasillo lleno de animales para la venta.

Perros, gatos, aves, conejos… Todos encerrados en jaulas pequeñas, atiborrados como se está en una cárcel del tercer mundo, y con un mural en la pared exterior que pretende hacer pedagogía sobre el cuidado animal. Irónico.

Y triste, realmente, que en pleno 2023 aún existan lugares así y se hayan vuelto simplemente paisaje. Supongo que eso también es cultura, la venta de animales ha estado presente en nuestra historia por mucho tiempo, pero ya es necesario regular espacios como este.

La Minorista, con todo lo bueno y lo malo, con los productos campesinos, los repuestos para máquinas, los animales en jaulas, pese a ser su propio ecosistema, es también una muestra de la cultura de la región e incluso del país.

Es una muestra de la lucha por el derecho a habitar los espacios con todo lo genuino que somos, así eso no siempre sea del todo aceptado o incluso estético.

Una muestra de la mezcla cultural que tienen las grandes ciudades en nuestro país. Una muestra de cómo una tradición se puede mantener a medida que avanzan las generaciones, y crecer, cambiar, mejorar de la misma manera.

Y es así mismo una muestra de lo bella, lo rica, lo diversa y lo compleja que es nuestra cultura.

Por:  Daniela Valderrama Franco

Estudiante 5to Semestre de Periodismo en la Universidad de Antioquia – Colombia

@Colombiabellezapura

Sede Barranquilla

Calle 3A # 24 – 114   I   Oficina 1505   I   Villa Campestre