Pueblo Rico (Neira), magia en las montañas de Caldas.

Cuentan los campesinos que los indios carrapas vivían en este filo del norte de Caldas, donde ahora suena música bailable en un tomadero de cerveza y dan vuelta los jeeps que vienen del municipio de Neira, con mercado y pasajeros.

“La tierra era tan rica en oro que los guerreros salían a la guerra adornados con coronas, gruesos brazaletes en las muñecas, y en sus banderas que eran grandes”, afirman los investigadores.

También cuentan que en esta cuchilla se detuvieron a descansar, en años posteriores, los colonos paisas, antes de bajar al Guacaica y ascender luego por esas laderas que se ven enfrente, para fundar a Manizales, cuya catedral, las edificaciones del centro y la cuchilla de El Salado se observan nítidas desde este punto de la vereda Pueblo Rico, considerada Patrimonio Cultural Cafetero y un excepcional mirador hacia el parque de los Nevados y valles y cañones de la cordillera central.

Pueblo Rico, una de las veredas más turísticas de Colombia.

Los habitantes más antiguos de esta vereda cuentan que, a buen paso, bastaban cinco o seis horas de trocha y pavimento para llegar con las cargas de café, plátanos y frutas a la plaza de mercado de Manizales.

Un puñado de aquel enjambre de colonos se quedó, a mediados de mil ochocientos, en esta cuchilla de neblina y vientos fríos, quizá seducidos por los cañones selváticos y la sucesión infinita de picos en tonalidades de verde y azul, o, tal vez, porque calcularon el potencial agrícola y ganadero de las faldas.  O, quizá, agotados después de fundar a Sonsón, descender hasta el río Arma, y trepar de nuevo la cuesta para levantar a Aguadas, Pácora, Filadelfia, Aranzazú, Salamina y Neira. 

Los nuevos habitantes sembraron café y plátano en las faldas de la cordillera, abrieron una trocha a pico y pala por el filo de la cuchilla y levantaron, a lado y lado del camino, medio centenar de casas de bahareque y teja de barro, con anchos corredores bordeados de chambranas para sentarse a descansar después de las faenas. 

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Bautizaron el caserío como Alto del sol

Bautizaron el caserío como Alto del sol. Luego lo cambiaron a Pueblo Rico. Con el tiempo, pintaron las fachadas de combinaciones vistosas: verde viche con amarillo o azul rey con naranja. Por su arquitectura y el paisaje montañero Pueblo Rico se ha convertido en una de las veredas más turística del país. En eso la favorece la cercanía con Manizales (unos veinte kilómetros), casi todos pavimentadas. 

A veces, el caserío se levanta envuelto en una neblina que no permite ver a más de veinte metros. Es una capa densa en la que resuenan los cascos de los caballos cargados con cantinas de leche o de quienes van a los lugares de cultivo. A medida que el manto de neblina se desgarra en mil jirones, el paisaje cambia con cada soplo del viento. Otras veces, los pueblorriqueños se despiertan con un sol radiante y entonces resalta la infinidad de tonos verdes en picos, laderas y hondonadas. Y a veces, se ven blanquear los picos nevados coronando la cordillera.

Pueblo Rico es mágico, dicen los visitantes que llegan por oleadas los fines de semana y se dispersan entre miradores, asaderos y ventas de helados, artesanías y obleas. 

 

Texto y Fotos: José Navia Lame

Cronista free lance – Editor – Productor de contenido escrito. Dos premios de periodismo Simón Bolívar (2010 – 2018) y Premio Rey de España (2007), entre otros galardones nacionales e internacionales.

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